
La clave de ese vertiginoso despegue, de todos modos, está en un sistema que le permite producir a costo mínimo para exportar a precios de "dumping" hasta barrer poco a poco a sus competidores. Gracias a una mano de obra abundante y barata, la exportación intensiva de productos de consumo vendidos a precios imbatibles y un modelo de desarrollo basado en la radicación masiva de inversiones extranjeras, en una década consiguió monopolizar algunos segmentos del mercado mundial. China fue el país que, probablemente, supo sacar mejor provecho de la globalización: actualmente concentra 80% de la producción mundial de plumas para almohadas, 50% de zapatos y 33% de medias, 80% de bolígrafos, 40% de textiles en cachemire, 30% de corbatas, 80% de botones, 22% de cepillos de dientes, 75% de juguetes, 90% de encendedores descartables, 22% de paraguas, 25% de computadoras portátiles y 65% de la producción mundial de mouses para computadoras. Sus exportaciones en 2006 treparon a 974.000 millones de dólares. Para saciar en parte la voracidad de su maquinaria productiva, China tuvo que salir al mercado a buscar las materias primas que necesita su crecimiento. Así, el año pasado fue el primer comprador mundial de cemento (importó 55% de la producción global), de carbón (40%), de acero (25%), de níquel (25%) y de aluminio (14%). En materia energética, fue el segundo importador mundial de petróleo, detrás de Estados Unidos. Pese a esas compras por valor de 778.000 millones de dólares, su balanza comercial arrojó un superávit de casi 200.000 millones de dólares.